Capítulo 11. Dejarte vivir no supone ningún beneficio. Matarte no es ninguna pérdida (Camboya).

Sufrimiento, tristeza contenida y dolor son sentimientos que fácilmente se pueden leer en la expresión mínima de los habitantes de Camboya. Lo pueden intentar disimular con una sonrisa, pero su mirada les delata.

Sin embargo aún no es el momento de describir lo que vimos. A medida que avancemos en la crónica número 11 de nuestro viaje iremos desarrollando la historia reciente de este fascinante país.

Salir de Tailandia no es nada fácil para unos turistas como nosotros. Y lo afirmamos porque esta tierra cuida a sus visitantes muy generosamente. La única pena es que por el hecho de haber entrado por tierra, el visado es solo para dos semanas, que pasan rápidas. Pero el resto es irreprochable, empezando por sus precios accesibles y acabando por sus atracciones turísticas, todas ellas muy variadas (templos, islas, estatuas gigantes al lado de la carretera, etc.).

Pero llegó el momento de abandonar Tailandia por una semana y media o dos, y visitar el reino de Camboya, que nos sorprendió terriblemente. Cruzar la frontera y entrar en el país tiene una característica que no pasa desapercibida. Este es probablemente el único país de Asia donde los vehículos conducen por el carril derecho. Quizás los responsables sean los franceses, que dominaron este país años atrás. A medida que dejas la frontera y vas recorriendo kilómetros te vas dando cuenta de lo maravilloso que es el país. Y por si acaso tienes dudas, cuando llegas a Siem Reap todas ellas desaparecen del todo.

Hacía mucho calor cuando paramos la moto para entrar en un Guest House a buscar alojamiento. Es aquí donde empezamos a comprobar que estábamos en un país accesible para toda clase de turistas. A la pregunta “Por favor, podemos saber el precio de una habitación para dos personas durante una noche?”, la respuesta fue “7 dólares”. Nos hacía miedo entrar en el dormitorio, pero al cruzar la puerta ante nosotros apareció una habitación con aire acondicionado, dos camas muy limpias y un baño propio, sin olvidar la tele, que en ocasiones nos distrae bastante. Sobretodo a Albert, que la utiliza como ayuda para conocer la cultura del país. En este, le sorprendió ver un campeonato de petanca entre Camboya y Laos. Dice que nunca se hubiera imaginado que alguien se podía ganar la vida con este juego. Los dos conocemos mucha gente mayor que les encantaría participar, y seguro que ganarían a cualquiera de estos dos países.

Ante este panorama, como teníamos más de lo que nos esperábamos a un precio que no nos dejaba indiferentes, pensamos que valdría la pena quedarnos unos días más alojados en ese lugar.

La propietaria nos llamó mucho la atención por su manera generosa de tratar a sus dioses. En la planta baja había un pequeño templo como de juguete que no te permitía pasar ante él sin fijarte. En su interior descansaban unos dioses que vivían muy bien, mejor que mucha gente del país. Cada mañana la señora se cuidaba de prepararles todo lo que ella consideraba necesario para que estuvieran contentos. Ante ellos colocaba una o dos tazas de café, incienso, zumos, comida típica, flores y más cosas que seguro les hacían felices.

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La mañana siguiente la dedicamos a conocer la ciudad. Fue entonces cuando vimos que la gente puede ser muy insistente. Quizás demasiado. Por ejemplo, nos sentamos a tomar un café cuando mucha gente nos llamó la atención para ofrecernos su “tuc-tuc”. Son así de insistentes porque el país aún está creciendo económicamente de un acontecimiento que nunca tenía que haber pasado. Pero sigamos en Siem Reap. No podemos pasar sin explicar el sentimiento de alegría que tuvimos al visitar los famosos templos.

La historia de estas maravillas es bastante inexacta. Sabemos que los principales son Angkor Thom, Ta Pnom y Angkor Wat (ciudad del templo). La información que hemos podido recopilar a través de internet y los habitantes de Siem Reap cuenta que en el año 1432, Angkor Wat fue abandonada probablemente por la decadencia del Imperio Jemer. Sin embargo, durante los años, algunos emperadores poblaron Angkor Wat y cada uno retocó las obras de los precedentes, hasta el año 1594, cuando la ciudad fue abandonada definitivamente. Con los templos, la selva realizó su contribución natural y casi los hizo desaparecer todos.

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Así estuvo hasta mediados del siglo XVI. Y cuando los descubrieron, sorprendieron tanto que uno de sus principales visitantes occidentales que los visitaron, Antonio da Madalena, un monje portugués, dijo que era una “construcción tan extraordinaria que no es posible describirla por escrito, especialmente porque no hay otra similar en todo el mundo. Tiene torres y decoración en todos los refinamientos que el genio humano puede concebir”. Ni nosotros mismos lo hubiéramos descrito mejor.

Solo aparcar la moto delante del complejo donde está ubicado el primer templo vemos un grupo de monos que en esos momentos no esperamos que serían capaces de hacernos una sorpresa que haría que no nos olvidáramos de ellos durante unos días. Impacientes, cruzando un puente de cuento, nos dirigimos al templo, el más grande y probablemente más atractivo. Solo poner el pie en él, un montón de preguntas te llegan a la cabeza. “¿Cómo fue posible dibujar en las paredes esas flores y bailarinas en aquella época?”. “¿Cuánto tardaron en esculpir todos esos dibujos?”. “¿Qué clase de instrumentos utilizaron?”. “¿Cómo era el día a día de esa población?”.

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Estar dentro del templo te desconecta totalmente del resto del mundo en el que estás acostumbrado a vivir, pero el intenso calor que hacía dentro nos ha recordado que aunque la construcción es preciosa, no podemos olvidar que no es el único. Los otros también se merecen toda nuestra atención y tiempo.

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Saliendo del templo y volviendo al aparcamiento, nos encontramos con una sorpresa. Los monos que habíamos saludado cuando llegamos decidieron tocar la moto tanto como pudieron. Mientras mirábamos los desperfectos, algunos locales vinieron a explicarnos el duro trabajo que habían llevado a cabo nuestros posibles antepasados. Extraer una visera de uno de los cascos y tirarla en el suelo, así como también romper uno de los micrófonos; arrancar la protección de la espalda de la maleta trasera, y llevarse de recuerdo el logo de BMW del manillar. Y tan sorprendente fue ver los destrozos que los monos habían producido como ver la gran sonrisa de la gente mientras nos contaba los hechos.

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¿Y qué podíamos hacer en ese caso? Intentar arreglar lo que se podía y animarnos por el hecho de estar en un lugar privilegiado y, por cierto, bajo un cielo que nunca había admirado tanto. Inmenso, tenía un azul muy intenso con nubes blancos que producían un contraste único como nunca había visto hasta el momento.

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Durante todo el día visitamos templos y conduciendo la moto por caminos encantadores. Había muchos, pero no nos cansábamos de visitarlos. Cada uno era especial. Tanto, que por la noche nos mirábamos para preguntarnos sobre la misteriosa cultura que había vivido ahí siglos atrás.

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Dos días después ya estábamos en Phnom Penh, la capital del país. Llegamos después de un viaje muy interesante e intenso. Saliendo de Siem Reap pensábamos que todas las carreteras serían similares a las que habíamos conocido hasta el momento, pero estábamos equivocados. Muchos tramos de la carretera estaban sin asfaltar y levantaban un montón de polvo. Fue el viaje en el que más arena nos tragamos hasta el momento. Durante el viaje vimos como en una misma moto era posible transportar muchas más cosas que el cerebro de Europa es incapaz de pensar. Por ejemplo, a mi nunca se me hubiera ocurrido cómo colocar tres cerditos en una moto minúscula y transportarlos unos cuantos kilómetros. Tampoco sabría como hacerlo para transportar unos colchones. En cambio, esta gente lo hacía de maravilla. Tienen soluciones para todo.

El viaje duró unas 5 horas, el tiempo en el que, como hemos dicho, poco era el tiempo en el que no tragábamos polvo. Pero 20 kilómetros antes de entrar en Phnom Penh todo cambió. Las carreteras que estábamos acostumbrados a conducir volvieron a estar presentes, las motos transportaban solo personas y el resto del paisaje empezó a tener “color” otra vez.

Por fin, después de dar vueltas perdidos por el interior de la capital, encontramos una Guest House accesible de precio y con buenas condiciones. Nos daba un poco de vergüenza dirigirnos a la propietaria para preguntarle detalles sobre la habitación debido a que teníamos la cara mucho más sucia que un trabajador del campo que no para de trabajar en todo el día. Pero como la mayoría de los camboyanos, esta mujer resultó ser muy amable. Sin hacernos sentir mal por como nos presentamos, nos ofreció una habitación muy “generosa” con un baño muy grande donde pudimos limpiar el equipo de la moto que nos cedió Dynamic Line. También nos dejó aparcar la moto dentro de la recepción durante las noches que estuvimos allí para no tener un posible acontecimiento inesperado.

El día siguiente lo dedicamos a realizar una excursión por la ciudad para experimentar lo que habíamos leído de Phnom Penh. Desde el hotel alquilamos un guía que tenía un tuc-tuc muy modesto, tanto como lo era él, y nos condujo generosamente por todos los lugares importantes de la ciudad.

Empezamos la excursión en una atracción turística poco habitual para nosotros. El “Cambodia Shooting Range”, un campo de tiro donde te entregan un “menú” como lo de los restaurantes que muestra toda su oferta. Desde tirar 25 tiros con una pistola a disparar una metralleta o una escopeta, o hasta un bazuca, o tirar una granada por unos 100 euros. Pero como a nosotros no nos interesaba mucho ese servicio, acabamos desestimando la oferta para poder continuar la ruta.

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Minutos después estábamos en uno de los sitios que más nos despertó la atención: The Killing Fields. Decidimos que aunque conocíamos su historia, pensamos que era una buena idea escuchar una guía de audio. Lo que nuestros oídos escucharon durante la estancia en ese campo de exterminio resultó ser el acontecimiento histórico más terrorífico que hemos escuchado nunca. La historia susurra con tristeza y vergüenza que en 1975, los Khamer Rouge, un partido comunista liderado por Pol Pot, produjo una de las masacres más grandes de la historia de la humanidad torturando gente, forzándolos a trabajar entre 12 y 15 horas al día en el campo, para finalmente acabarlos matando brutalmente. Lo que este movimiento deseaba era hacer retroceder a su país hasta llegar al año “cero”. Querían crear una nueva sociedad especializada en agricultura. Pol Pot consideraba que cada intelectual era una amenaza. Por este motivo, toda persona que llevara gafas, hablara otro idioma, tuviera amigos en el extranjero, o trabajara en otro oficio que no fuera la agricultura fuera considerado un enemigo. En muchos de los casos, debían ser torturados en una cárcel para acabar siendo exterminados.

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Los Khamer Rouge tenían eslóganes que ponían la piel de gallina. Frases como “dejarte vivir no es ningún beneficio; matarte no es ninguna pérdida”, o “mejor matar a un inocente por error que dejar vivir a un traidor dudoso” formaban parte de la biblia de este régimen. Las estadísticas indican que en los 4 años que duró este maldito movimiento, 3 millones de personas perdieron la vida bajo el gobierno de Pol Pot, o lo que es lo mismo, perdieron la vida una de cada cuatro personas.

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Utilizaban diferentes formas para matar a sus “enemigos”: quemándolas o golpeándolas con hierros en la cabeza, o violando a muchas de las mujeres antes de asesinarlas y tirarlas en un agujero. A los niños acostumbraban a matarlos golpeándoles la cabeza contra un árbol. Y por si no fuera suficiente, ejecutaban esta barbarie mientras varios altavoces colgados de diferentes ramas expulsaban música alegre a todo volumen con el fin de ahogar el sonido de los gritos de la gente que era asesinada. Irónicamente, el árbol que más se utilizaba para golpear a los niños para acabar matándolos se llamaba “Magic tree” (árbol mágico).

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Mientras lees esta crónica quizás te preguntes por qué las personas que murieron no lo hicieron de un disparo. La respuesta es fácil: las balas valen dinero.

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Es triste acabar la visita sabiendo que Pol Pot acabó muriendo en el año 1998 en su casa sin haber dado ninguna explicación. Quizás en demasiadas ocasiones la vida acaba sin ser justa.

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El próximo objetivo turístico fue un museo. ¿Cuál? Ni más ni menos que la cárcel donde se torturaba la gente del pueblo. Ese lugar evidenciaba las maneras de tortura que se utilizaban. Demasiado difíciles para relatar. Distribuidas por demasiadas paredes había señales que indicaban la prohibición de mostrar una sonrisa dentro del museo. Extrañado, Albert se iba preguntando “¿pero quién es el animal que puede dibujar una sonrisa en su rostro en un entorno como este?”.

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La excursión finalizó con la visita de unos templos modernos en el centro de la ciudad. Después aprovechamos para disfrutar de la compañía de nuestro conductor que acabamos admirando por haber sobrevivido a esos tiempos. Los tres acabamos comiendo juntos. Y así finalizamos un día, absorbiendo una información que no nos dejó indiferente. Vivir el día a día con la mancha que dejó el pasado es algo que solo los camboyanos saben cómo hacerlo. Perder algún familiar no es nada fácil, pero perderlo en esas condiciones aún menos.

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Afectados emocionalmente, el próximo destino volvió a ser Siem Reap. Ya sabíamos qué significaba volver allí, por lo que arrancamos la moto a primera hora de la mañana dirección a la ciudad de los templos más famosos del mundo. El viaje no lo consideramos tan duro como el de ida, y poco antes de llegar a nuestra Guest House preferida, aprovechamos para duchar a Richard pues, honestamente, lo necesitaba. Y decidimos quedarnos unos cuantos días más allí para poder que tuviéramos tiempo de poderla disfrutar un poco más.

Monjos

A la mañana siguiente conocimos a Doug, un australiano jubilado de Melbourne que vive en Camboya desde hace seis años. Con él compartimos un tiempo de calidad mientras comíamos. También nos acompañó su amigo Brian, que no paró de hacernos reír. Los dos nos dieron un montón de consejos para cuando llegáramos a Australia.

Doug también nos ayudó a entender aún más la vida de los camboyanos. “La vida aquí es muy barata”. Se refería a que, por ejemplo, si un coche atropella a alguien, vale más que lo mate, pues si el accidentado sigue con vida, al conductor del coche le resulta más económico pagar un funeral que los gastos de una invalidez. No sabes qué preguntar o cómo expresarte ante una afirmación tan inesperada. También nos comentó que el tratar el tema de Pol Pot es delicado. Y como muestra nos contó la historia de un periodista canadiense que vino a realizar un reportaje a fondo de la época más oscura del país. Resulta que, después de unos meses investigando, acabó desapareciendo. Todo el mundo lo buscaba y nadie lo encontraba. Hasta al cabo de unas semanas, cuando un hombre dio con su cuerpo sin vida en uno de los tantos campos que hay en el país.

Después de comer, Doug nos acompañó a enviar las postales que siempre nos hacen ilusión enviar a la gente más importante para nosotros.

DOUGH

No abandonamos Siem Reap sin observar personas a los que les faltaba alguna extremidad. La mayoría de casos era consecuencia de las minas y granadas que hay enterradas por todo el país y que quedaron sin explotar.

Definitivamente Cambodia es el país que más nos ha impresionado hasta el momento, por su cultura y sus acontecimientos históricos. Y a la gente de este país la consideramos muy especial solo por el hecho de ser capaces de afrontar cada momento de la vida actual. El examen que deben pasar cada día con los recuerdos de los años que vivieron los convierten en auténticos héroes ante nuestros ojos.

*Soñar es gratis, pero para realizar algunos, necesitas ayuda. Este trocito de sueño ha cobrado vida gracias a APIC – Asia Pacific International College, Go Study Australia,Foto24 y Dynamic Line, gracias a nuestros colaboradores, y sobretodo gracias a ti. Y no lo olvides: Si puedes soñarlo, puedes hacerlo.

CURIOSIDAD.

Tiempo durmiendo. Nos pasamos una tercera parte de nuestra vida durmiendo.

DEDICACIÓN.

Esta crónica está dedicada a Doug y a Brian, al conductor del tuc-tuc, a la propietaria del Guest House de Phnom Penh y de Siem Reap, al camarero que nos sirvió bebidas al que le faltaban los dedos en una mano, y a todas aquellas personas que sufrieron y sufren las consecuencias del régimen de Pol Pot.

INSPIRACIÓN: «APRENDIENDO»

“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma.
Y uno aprende que el amor no significa acostarse,
y que una compañía no significa seguridad,
y uno empieza a aprender…

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos,
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes…
y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad.

Y uno aprende que si es demasiado
hasta el calor del sol puede quemar.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma,
en lugar de que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno es realmente fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende… y así cada día.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien
porque te ofrece un buen futuro,
significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz
de amarte con tus defectos y sin pretender cambiarte
puede brindarte toda la felicidad.

Con el tiempo aprendes que si estás con una persona
sólo por acompañar tu soledad,
irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo aprendes que los verdaderos amigos son contados
y quien no lucha por ellos, tarde o temprano,
se verá rodeado sólo de falsas amistades.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira
siguen hiriendo durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace,
pero perdonar es atributo sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente es muy probable que la amistad nunca sea igual.

Con el tiempo te das cuenta que aún siendo feliz con tus amigos,
lloras por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida,
con cada persona, es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta que el que humilla
o desprecia a un ser humano, tarde o temprano
sufrirá multiplicadas las mismas humillaciones o desprecios.

Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy,
porque el sendero del mañana no existe.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas y forzarlas a que pasen ocasiona que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro,
sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado,
añorarás a los que se marcharon.

Con el tiempo aprenderás a perdonar o pedir perdón,
decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas,
decir que quieres ser amigo, pues ante una tumba, ya no tiene sentido.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo…”

JOSÉ LUIS BORJES

FraseDreamhunters61

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